Hoy no escribo para una idea.
Presiono el bolígrafo
para exprimirle un acento,
o un punto y coma que me haga parar.
A veces, las letras de la vida no cesan.
Se vuelven una paranoia sofocante.
A veces, las palabras no riman
y desespera encontrar sintonía.
Un río de palabras perdidas se oye.
Un montón de versos sin papel resuenan.
Mil renglones tachados retumban mis sentidos
y un puñado de hojas se enciende por la inutilidad.
Vivo bajo una tormenta de letras.
Letras tan densas, que borran el camino.
Pronto estaré sumergido en un pantano,
cubierto con mis propias letras.
En este episodio de mi vida,
nublado por un discurso ansioso,
sin salida y abrumador,
lo único que necesito es
sentarme, respirar y aprender a vivir con mis letras.

Hermoso y triste…momentos inevitables que nos causan malestar pero la lluvia no es para siempre y saldrá el sol, y con ello, las letras vuelven a formar palabras que nos llenan el corazón. Un abrazo Jaime.
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Gracias por pasarte a leer Ana. Efectivamente, tal cual lo dices fue la intención de este poema. Parece que la cabeza se vuelve loca cuando hay episodios de ansiedad intensos y a parte de síntomas físicos, el revoltijo de letras convertidas en pensamientos, se vuelven insoportables. Pero después sale el sol. Un abrazo Ana!
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Qué lindo Jaime. Y qué bien escribes!
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Muchas gracias Ana. Desde estés muy bien, te mando un cálido abrazo
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